A los húngaros les encantan los puestos de comida en la calle. Definitivamente están hechos de otra calaña, porque no sufren de frío ni calamidades. Incluso van sin guantes y enseñando las pantorrillas a -5 grados. Se estila en la plaza Szent István tér a los pies de la Basílica de San Esteban. Allí encontraréis las tortas de harina de trigo o maíz de la foto principal. Las hacen en el momento y podrás echar por encima todo tipo de ingredientes para combinar al gusto. La comida rápida por excelencia es la pizza y el durum, sin olvidarse de los noodles. Podrás disfrutar de un trozo de pizza por 200-300 Ft (menos de 1€) y de unos sabrosos noodles por 1200-1500 Ft (4-5€) en cualquier momento del día.
Hicimos un amigo húngaro de fiesta, Sandir, que disfrutó emborrachándonos a base de chupitos de vodka y cervezas durante toda la mañana. Nosotros, agradecidos que somos, le pedimos que escogiera su restaurante favorito de la ciudad para invitarle a comer. Hemos de decir que le pedimos que no fuera especialmente caro debido a nuestra economía, cosa que se pasó por el arco del triunfo. Comimos en el Café Csiga una sopa tradicional de Europa del Este llamada goulash y pato a la manzana acompañados por unos chupitos de ron Matusalem y una botella de vino, todo exquisito. Sandir nos estuvo contando batallitas y curiosidades de la vida en Hungría entre muchas risas (las nuestras, por supuesto), no era para menos la cosa puesto que portábamos una buena merluza.

